Elasticidad de precios: Decisiones reales en tiempos inciertos
Appinio Research · 17.06.2025 · 28min Tiempo de lectura

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¿Qué mueve realmente al consumidor cuando los precios suben? En un contexto económico marcado por la inflación, la cautela y una creciente sensibilidad al precio, las marcas necesitan más que intuición para tomar decisiones estratégicas. Necesitan datos. Y eso es precisamente lo que ofreció la tercera edición de Appinio Labs, celebrada el pasado 22 de mayo en Madrid.
Bajo el título “Elasticidad de precios y consumo: Datos clave para analizar qué mueve el mercado en entornos cambiantes”, este encuentro exclusivo reunió a líderes del sector de bienes de consumo, estrategia y marketing para responder preguntas tan directas como urgentes:
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¿Qué categorías resisten mejor la presión inflacionaria?
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¿Dónde se ajusta el gasto y por qué?
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¿Cómo proteger una marca en un entorno de consumo cada vez más selectivo?
Durante esta sesión —que combinó análisis riguroso, networking y brunch— se compartieron los resultados de un estudio internacional que pone el foco en la elasticidad de precios y cómo esta varía entre España y EE.UU. También se han revelando patrones de comportamiento, contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace, y señales claras para quienes deben decidir cómo y cuándo ajustar sus precios.
Más que un simple evento, Appinio Labs se consolida como un auténtico laboratorio de ideas, donde los datos se transforman en decisiones, y las decisiones, en ventaja competitiva.
Expertas al frente del análisis
La sesión fue liderada por dos referentes de Appinio:
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Teresa Martos - General Manager Spain, quien ofreció la visión estratégica del mercado español.
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Valeria Arzeno - Research Expert Lead, responsable del diseño metodológico y la interpretación de los insights clave.
Con su guía, los asistentes pudieron adentrarse en uno de los temas más complejos —pero esenciales— para entender al consumidor contemporáneo: cuánto está dispuesto a pagar, por qué, y en qué momento decide que es demasiado.
Insights clave del estudio
¿Qué está moviendo al consumidor en 2025?
Durante la última edición de Appinio Labs nos propusimos responder a tres preguntas fundamentales para cualquier marca que busque adaptarse a un entorno económico cambiante:
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¿Qué mueve hoy la decisión de compra?
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¿Qué precio es percibido como justo?
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¿Dónde está el límite antes de perder al cliente?
Para ello, realizamos un estudio cuantitativo en España y Estados Unidos, con muestras representativas a nivel nacional: 1.000 encuestados en España (entre el 9 y el 15 de mayo de 2025) y 2.000 en EE.UU. (del 15 al 23 de abril de 2025). Y aunque ambos países comparten ciertas preocupaciones económicas globales —como la inflación o los efectos de las políticas comerciales como los nuevos aranceles de la administración Trump—, la manera en la que sus consumidores responden es notablemente distinta.
El consumidor español: una vida más cara, una mente más cautelosa
Si hay algo claro, es que los últimos años han pasado factura al bolsillo de los españoles. Aunque muchos no hayan visto disminuir sus ingresos, la percepción subjetiva de empobrecimiento es intensa. De hecho, un 80% afirma haber notado una subida en su coste de vida durante el último mes. Solo un 4% declara haber percibido una disminución, lo cual habla del nivel de tensión cotidiana en la economía doméstica.
📊 “La inflación se siente en el carrito de la compra, no solo en las estadísticas”.
El análisis por generaciones revela que esta percepción es transversal:
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Millennials (30–44 años) y Gen X (45–59 años) son los más pesimistas: más del 80% declara haber sentido un aumento del coste de vida.
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Boomers (60+) presentan un perfil algo más conservador, pero aún así un 74% también ha percibido incrementos.
Un futuro que se ve oscuro
La preocupación no solo es actual, sino también proyectiva. Un 62% de los españoles cree que la economía nacional empeorará en los próximos 12 meses. Esta visión negativa va acompañada de una preocupación emocional significativa: más de la mitad de los encuestados (53%) dice sentirse muy o algo preocupado. Esta ansiedad crece ligeramente con la edad, aunque es compartida por todas las generaciones.
Y aunque el 77% de los españoles está al tanto de los aranceles de EE.UU., estos no entran en su top 3 de preocupaciones económicas. Lo que realmente inquieta son:
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Subida de impuestos (73%)
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Aumento de precios de bienes y servicios cotidianos (72%)
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Coste de gasolina, electricidad y energía (72%)
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Pérdida de empleo (60%)
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Acceso a la vivienda (47%)
🛒 ¿Cómo respondemos como consumidores?
La respuesta ante la presión económica ha sido clara: ajustamos el gasto, especialmente en el supermercado. Un 67% declara que cambiará su comportamiento al hacer la compra, y las estrategias que emergen son muy concretas:
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67% optará por productos de marca blanca.
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59% sustituirá productos habituales por versiones más baratas.
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48% reducirá directamente la cantidad de productos comprados.
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38% cambiará de establecimiento buscando opciones más económicas.
Este reajuste no se hace solo con la cabeza, sino también con el corazón: las prioridades se reorganizan más por emoción, que por lógica financiera. Las primeras categorías en las que los consumidores planean recortar son las que implican disfrute y socialización:
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🍽️ Comidas fuera de casa y delivery (71%)
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🎬 Ocio y entretenimiento (66%)
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👚 Ropa y artículos personales (62%)
Mientras tanto, las áreas más protegidas del recorte son:
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🧳 Viajes (52%)
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💰 Ahorros e inversiones (42%)
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🛒 Alimentación y productos de supermercado (40%)
Y aquí aparece una paradoja interesante: en medio del ajuste, hay quienes declaran que planean gastar más. Un 13% dice que aumentará su inversión en ahorro o productos financieros, un 11% que destinará más dinero a la alimentación, y un 9% que incrementará su gasto en transporte y viajes.
🇺🇸 EE.UU.: Mismo problema, distinta cultura de consumo
Aunque las preocupaciones económicas parecen ser universales —el coste de la vida, la estabilidad del empleo, la vivienda o los precios de la energía—, el estudio revela que el consumidor estadounidense responde de forma muy distinta a la española. A primera vista, el diagnóstico podría parecer similar: inflación persistente, políticas arancelarias agresivas, sensibilidad ante los precios. Sin embargo, cuando miramos cómo se traduce esto en decisiones de compra, emerge una diferencia cultural fundamental.
Mientras que en España un 72% de los encuestados declara haber tomado medidas activas para contener el gasto, en EE.UU. esa cifra baja al 52%. Es decir, frente a una misma presión, el consumidor español ajusta más y más rápido, reordenando prioridades, cambiando marcas, comprando menos. En cambio, el estadounidense parece esperar más antes de modificar su comportamiento, reaccionando con menor urgencia.
Esto no quiere decir que no exista sensibilidad al precio en EE.UU., sino que se filtra a través de un prisma diferente: el valor percibido. Para el 61% de los consumidores norteamericanos, pagar más es aceptable si el producto ofrece algo que lo justifique: una marca reconocida, atributos diferenciales, mayor calidad. En otras palabras, el precio no se rechaza de forma automática; se negocia en la mente del consumidor. Si hay una historia, una promesa o un beneficio claro, ese precio puede seguir siendo razonable.
Esta diferencia se vuelve aún más evidente al observar un caso concreto: el aceite de oliva. Un producto cotidiano en ambos mercados, pero que genera reacciones muy distintas ante una subida de precio. En España, su elasticidad es de –1.5, lo que indica una fuerte caída de la demanda cuando el precio sube. En EE.UU., esa elasticidad es solo de –0.9, una respuesta mucho más moderada. El mismo producto, dos actitudes: en España, esencial pero con un límite claro; en EE.UU., prescindible, pero no castigado de inmediato.
Lo que esta comparación pone de manifiesto es que la elasticidad no depende solo del precio o del producto, sino también del contexto emocional y cultural. La racionalidad económica tiene matices. Y entenderlos —más allá de los números— es clave para cualquier marca que quiera competir en mercados globales.
Metodología y herramientas para entender la elasticidad de precios
Definir el precio ideal para un producto nunca ha sido tarea fácil, pero en un contexto como el actual —con inflación persistente, consumidores más sensibles y una competencia cada vez más agresiva— se vuelve un reto especialmente estratégico. Hoy, fijar precios implica responder con agilidad a preguntas como:
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¿Cuál es el rango de precios que mis consumidores consideran aceptable?
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¿Cuánto puedo subir sin perder ventas de forma significativa?
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¿Qué atributos justifican un precio más elevado?
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¿Cómo maximizo mis ingresos en un nuevo lanzamiento?
Para responder a estos interrogantes, es necesario dejar de lado la intuición y adoptar metodologías precisas y centradas en el consumidor. En Appinio utilizamos distintas herramientas cuantitativas que permiten estimar no solo qué precio es viable, sino cómo cambia la intención de compra frente a cada variación.
¿Qué herramientas nos ayudan a entender el precio ideal?
Gabor-Granger
Esta técnica mide directamente la disposición a pagar de los consumidores frente a varios precios predefinidos. Permite identificar umbrales críticos y anticipar el impacto de una subida en la demanda.
Van Westendorp
Sirve para detectar el rango de precios aceptables a partir de cuatro percepciones clave: lo que se considera demasiado barato (sospechoso), barato, caro pero aceptable y demasiado caro. Esta técnica ofrece una fotografía clara de dónde está el “punto dulce” en la percepción del consumidor.
Extensión Newton-Miller-Smith (NMS)
Esta herramienta complementa al Van Westendorp y lo lleva un paso más allá: permite estimar la probabilidad de compra en distintos precios dentro del rango aceptado. Así, no solo sabemos qué precios son "razonables", sino también cuántos consumidores comprarían realmente a cada uno de ellos.
Conjoint Analysis
Cuando lo que está en juego no es solo el precio, sino múltiples atributos del producto (formato, sabor, packaging, beneficios, marca…), el Conjoint permite descomponer el valor percibido de cada uno. Ideal para tomar decisiones de portafolio, rediseño o posicionamiento.
Casos reales: del dato a la decisión
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Una empresa lanza una nueva cerveza artesanal y quiere conocer el precio ideal y las probabilidades de compra reales → se recomienda usar Van Westendorp + NMS.
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Una marca enfrenta un aumento de costes y necesita saber hasta dónde puede subir sin perder volumen → se aplica el modelo Gabor-Granger.
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Una empresa quiere entender cómo distintos atributos (alcohol, envase, sabor) influyen en la disposición a pagar → análisis con Conjoint.
Elasticidad de precios: medir el impacto real de cada euro
En el fondo, lo que todas estas herramientas nos permiten calcular es una misma cosa: la elasticidad de precios. Es decir, entender cómo cambia la demanda cuando cambia el precio. Y esa información, bien interpretada, puede ser la diferencia entre una estrategia acertada y una fuga silenciosa de clientes.
En términos simples:
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Un producto inelástico tiene una demanda estable: el consumidor lo compra igual, incluso si el precio sube.
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Un producto elástico muestra una gran variación de demanda frente a cambios de precio: una pequeña subida puede causar una gran caída en ventas.
Conocer esta elasticidad es fundamental para diseñar políticas de precios, promociones, lanzamientos y estrategias de fidelización. Especialmente en tiempos inciertos, donde cada punto porcentual de margen cuenta.
Evitar el abismo: los “price cliffs”
Uno de los hallazgos más interesantes que nos ofrece el análisis de elasticidad es la identificación de los llamados “price cliffs”: umbrales psicológicos en los que una subida aparentemente pequeña de precio provoca una caída brusca en la intención de compra.
Superar estos puntos críticos, a menudo inadvertidos, puede significar una pérdida importante de ventas o incluso dañar la percepción de marca. Por eso, identificarlos con precisión permite tomar decisiones más inteligentes: mantener la fidelidad, ajustar precios con suavidad, o comunicar mejor el valor añadido.
El combo perfecto:
Van Westendorp + Newton-Miller-Smith
Esta combinación metodológica es especialmente potente porque une percepción y predicción. El Van Westendorp establece el rango de precios aceptables desde el punto de vista del consumidor. La extensión NMS, en cambio, traduce ese rango en curvas de demanda.
Veámoslo con un ejemplo:
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Van Westendorp: “El precio aceptable para este producto va de 9,99€ a 18€, siendo 10€ el óptimo.”
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NMS: “Si decides venderlo a 11€, tendrás una demanda estimada del 40%. Si lo subes a 14€, bajará al 30%.”
Este enfoque combinado permite no solo saber qué precios “se toleran”, sino también entender qué impacto real tendría cada uno en el volumen de ventas.
En definitiva, conocer la elasticidad de tus productos es como tener un mapa en un terreno cambiante: no solo te orienta, te permite anticiparte, adaptarte y llegar antes.
Elasticidad de precios: qué productos aguantan… y cuáles no
Más allá de la teoría, en Appinio quisimos llevar el análisis de la elasticidad de precios a la práctica. Para ello, seleccionamos una serie de productos habituales en el consumo diario —desde el aceite de oliva hasta la crema hidratante— con un criterio claro: categorías populares, de alta rotación y con un componente emocional o funcional marcado.
Porque la elasticidad no solo nos dice cuánto podemos cobrar, sino qué valor le damos —como consumidores— a lo esencial, lo cotidiano o lo aspiracional. Y ese valor varía no solo por producto, sino también por generación, género y contexto cultural.
España: sensibilidad camuflada y hábitos que no perdonan
En el mercado español, los resultados muestran que algunos productos —aunque culturalmente básicos— pueden ser castigados con dureza ante una subida de precio.
Es el caso del aceite de oliva, que protagoniza uno de los datos más llamativos del estudio:
📉 Un aumento del 10% en el precio del aceite provoca una caída estimada del 27% en la demanda.
Y lo más interesante: los consumidores no declaran sentirse tan sensibles como realmente lo son. Esta elasticidad “oculta” debería ser una señal de alerta para las marcas.
Por generaciones, los boomers son los más resistentes a renunciar al aceite, mientras que los más jóvenes lo ven como un lujo negociable. La tradición no basta para justificar el precio: se necesita comunicar valor, explorar formatos más pequeños o trabajar el storytelling emocional para mantener el volumen.
En cambio, el café aún goza de cierto margen. Aunque la elasticidad aumenta entre los mayores, los Millennials lo consideran casi un ritual, y están dispuestos a pagar más si el producto comunica origen, calidad o impacto ambiental.
Lo mismo ocurre con la comida para perros, especialmente entre Gen Z y Millennials, quienes —al tener mascotas jóvenes en hogares pequeños— priorizan la calidad. Sin embargo, este es otro caso donde la sensibilidad está subestimada: muchos consumidores ajustan sin admitirlo.
En el extremo opuesto están productos como los huevos, que demuestran una elasticidad alta y transversal. Aquí no hay indulgencia ni justificación emocional: unos céntimos de más pueden parecer mucho, especialmente para los más jóvenes y hogares con menor poder adquisitivo.
La crema facial hidratante, por su parte, revela patrones cruzados. Para mujeres jóvenes, forma parte de un ritual de autocuidado y bienestar, y su elasticidad es baja. En cambio, hombres y boomers se muestran más sensibles, frenando la compra si no perciben beneficio claro.
Y si hablamos de indulgencia, aparece el vino. Aunque muchos declaran que lo recortarían en tiempos de ajuste, la realidad dice otra cosa: si hay placer, historia o una buena ocasión, se mantiene en el carrito. Boomers y Gen X son los más sensibles si no hay valor claro; los jóvenes lo consumen menos, pero lo eligen con lógica premium.
EE.UU.: otra cesta, otras reglas
Los resultados del estudio también incluyeron el mercado estadounidense, afectado por una percepción creciente de incertidumbre tras la reintroducción de medidas arancelarias por parte del gobierno de Trump. Aun así, las reacciones al precio revelan una cultura distinta.
En EE.UU., el aceite de oliva no es un básico, sino un opcional. Su elasticidad es mucho menor (–0.9 frente al –1.5 en España), lo que indica que su consumo no cae tan drásticamente si sube de precio, aunque tampoco es un producto irrenunciable.
En cambio, el café es innegociable: su baja elasticidad en EE.UU. indica que los consumidores siguen comprándolo aunque el precio suba. Es parte del día a día, pero también del imaginario cultural: un hábito que no se cuestiona.
Lo más revelador, sin embargo, es que en EE.UU. hay más productos que toleran subidas silenciosas de precio. Artículos como el chocolate (elasticidad 9,5%), los plátanos (8,1%) o el yogur (10,9%) presentan una elasticidad baja. Esto sugiere que, aunque el consumidor perciba la subida, no ajusta su comportamiento de forma tan inmediata como en España.
¿Qué nos dicen estos datos?
Que la elasticidad de precios es mucho más que una cifra económica. Es una expresión del valor emocional, funcional o simbólico que los consumidores asignan a lo que compran. Y que ese valor cambia con la edad, el género, el país, el momento.
Lo que en España es básico, en EE.UU. puede ser accesorio. Lo que un joven considera un lujo, para un senior puede ser parte de su día a día. Y lo que decimos que haríamos (recortar, cambiar, sustituir) no siempre se alinea con lo que realmente hacemos.
Para las marcas, entender esta lógica no es solo útil: es urgente. Porque en un mercado volátil, saber dónde está el límite antes de perder al cliente puede ser la diferencia entre sobrevivir o liderar.
Conclusión: El precio no se decide en un Excel
Si algo ha quedado claro a lo largo de este estudio, es que el precio ya no es solo una cuestión de cálculo, sino una construcción emocional, cultural y estratégica. El consumidor ya no reacciona solo ante lo que cuesta algo, sino ante lo que siente que vale. Y ese valor puede depender tanto del envase, del contexto y del momento, como de los céntimos.
Hemos visto que algunas categorías permiten margen —si se comunica bien el valor añadido—, mientras que otras castigan las subidas sin previo aviso. Que el consumo se ha vuelto más selectivo, menos impulsivo, y que aunque los ingresos puedan mantenerse estables, la mentalidad de compra ha cambiado: se compra menos, pero con más intención.
También hemos confirmado que lo que las personas declaran y lo que finalmente hacen no siempre coincide. Hay productos que los consumidores dicen no estar dispuestos a sacrificar, pero cuyos números demuestran lo contrario. Y hay indulgencias —como el vino— que sobreviven incluso en épocas de ajuste, porque conectan con placer, hábito o ritual.
Finalmente, la elasticidad no depende solo del producto, sino también del lugar, del momento y de la persona. Un mismo artículo provoca reacciones diferentes en España y en EE.UU., y esas diferencias culturales y generacionales son esenciales para construir una estrategia de precios eficaz.
Recomendaciones estratégicas para actuar con inteligencia
Activa tu estrategia en los targets sensibles
Pon el foco en generaciones como los Millennials y la Gen X, que concentran gasto y sufren mayor presión económica. Son sensibles al precio, pero también altamente valiosos: adaptar la estrategia a su realidad puede marcar la diferencia.
Ajusta precios con precisión quirúrgica
Antes de subir precios o lanzar un nuevo producto, mide la elasticidad real por perfil. Establecer un precio percibido como justo no solo mejora el volumen de ventas: frena la fuga de consumidores clave.
Fideliza activando los atributos que importan
Identifica qué atributos son los verdaderos impulsores de recompra en cada segmento: comodidad, salud, sostenibilidad, indulgencia... Céntralos en tu narrativa y diseño de producto.
Gana en su cabeza antes que en su ticket
Refuerza la relevancia mental justo en los momentos clave del consumo. Sé visible, consistente y emocionalmente significativo cuando el consumidor decide qué marca llevarse a casa.
¿Y cómo puede ayudarte Appinio?
Appinio no solo te dice cuánto puedes cobrar. Te ayuda a entender por qué, cómo y para quién.
Nuestra plataforma te permite analizar elasticidad de precios con rigor metodológico y resultados rápidos, adaptados a tu categoría, mercado y público objetivo. A través de herramientas como Van Westendorp, Gabor-Granger, Newton-Miller-Smith o Conjoint, diseñamos estudios accionables que transforman insights en decisiones estratégicas.
📊 ¿Vas a lanzar un nuevo producto?
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